Bohemian Rhapsody como nunca la había escuchado antes

Un (cuasi) análisis musical de una obra maestra inclasificable por Marianna Moioli

Un millón ciento treinta y cinco mil ochocientos diecinueve… No, espere, lo he leído mal. Hay otros tres dígitos. Mientras escribo esto, la canción ya ha cosechado mil ciento treinta y cinco millones ochocientos diecinueve mil ochocientos veinticuatro visualizaciones en YouTube.

Dato curioso: En 1975, el año en que salió la canción, YouTube no existía. Esto significa que estos números, y toda otra serie de cifras alucinantes, reflejan un nivel de interés reciente o incluso continuo. Si es una de esas personas que siempre ha admirado la canción y la ha escuchado con interés pero sin comprenderla, échele un vistazo a la estructura poco convencional de esta rapsodia.

La estructura musical de una canción, o forma, es su esqueleto. Se compone de partes o secciones interconectadas que trabajan juntas para sostener los elementos expresivos de la melodía y la armonía.

Lo primero que hay que tener en cuenta sobre Bohemian Rhapsody es que no hay estribillo. Ese método probado y ultraseguro de alternar entre versos y estribillo desaparece completamente en esta canción. Comúnmente, se dice que toda la obra puede dividirse en cinco partes, pero la diferencia entre estas es realmente sorprendente. Echemos un vistazo.

Aquí está el enlace al vídeo. Siga adelante, si lo desea.

Introducción (00:00–00:51)

A menudo corta y sin ilusiones de grandeza, la introducción de una canción simplemente nos da una idea de todo lo que está por venir, como el felpudo de bienvenida de una casa. Ciertamente, ese no es el caso aquí. Cincuenta segundos es bastante tiempo, pero no para esta canción. Las voces lanzan un ataque a capela (es decir, sin acompañamiento instrumental alguno) y la cortina se levanta sobre un escenario lleno de géneros musicales y referencias que van desde lo ordinario a lo fantástico. No lo sabemos todavía, pero casi todo lo que escuchamos en esta parte se retomará y desarrollará más adelante, tanto la voz melódica y la letra como la parte del piano, que comienza en un punto particularmente inusual (no espera el final natural de la progresión armónica implícita, un final que, entre otras cosas, se aplaza valiente y brillantemente hasta el final de la propia introducción).

Balada (0:50–02:39)

Extremadamente potente y, sin embargo, dulce, tanto en intención como en ejecución, esta es la parte en la que realmente lo damos todo (no actúe como si no lo hubiera hecho al menos una vez). Cantamos desde el corazón, sin ninguna apreciación real de a quién o a qué se refieren las letras. No importa: el mensaje llega alto y claro. Aquí es donde entra el sonido rock de la banda y a partir del segundo verso "Mama, oooh, I don't want to die" hay un crescendo que nos empuja a los brazos de la guitarra eléctrica.

¿He dicho cinco partes? Bueno, en realidad son seis. El solo de guitarra merece la suya propia.

Solo de guitarra (2:39–03:05)

Después de confesar "Sometimes I wish I'd never been born at all", ciertamente no hay mucho más que decir. Al menos, no inmediatamente y no con palabras. La intensidad de este solo es indescriptible. En realidad es bastante corto, pero tiene todo lo que se necesita para perderse en él.

Parte operística (3:05–04:09)

Aquí está el primer interludio real, una línea clara que nos despierta del sueño (¿o tal vez no?). La clave son los mundos distintos de los anteriores, con un paisaje de notas que siguen una escala con pocos sonidos en común. A continuación, llega la hora de un cambio en el vestuario. El coro de voces vuelve, interpretando papeles musicales contrastantes, casi caricaturados. Este juego se conoce como "llamada y respuesta", ya que se pasa de una voz a varias. Llevaría bastante tiempo citar y explicar los numerosos guiños a la ópera. Escuchemos ahora el ritmo de la letra "Beelzebub has a devil put aside for me, for me, for me". Es un ritmo enfatizado por todas las voces, pero principalmente por los instrumentos, antes del famoso falsete en si bemol. Llegamos a la cima de la canción y a la cima del mundo.

Concierto de hard rock (4:09–04:56)

Aquellos con melena ya pueden soltarla. Nadie se resiste al compás de 4/4, que sin disculpa mueve todo a su paso. Podríamos llamar a esta parte interludio (inter- significa "entre" y ludus, "juego" o "espectáculo"), pero tiene un alma propia que de ninguna manera parece estar conectada con el resto.

Coda (4:56–05:56)

En contraposición a la introducción, y casi tan larga como esta, comienza el descenso hasta una marca de "casi seis minutos". Hemos viajado a muchos lugares, aunque realmente no estamos seguros de adónde, pero lo cierto es que algunas de las elecciones y significados de la canción siguen siendo un misterio. No se puede diseccionar algo tan hermoso y afirmar que se ha encontrado su esencia.

"… Y la armonía es harto exquisita, que gobierna todo su bello cuerpo, para que la impotencia analice anotando los numerosos acordes", escribió Baudelaire en "Todo integra" en Las flores del mal.

La dulzura del final es una caricia merecida. "Mama" ya se encuentra muy lejos…